Artículo RAR CAPÍTULO 2

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Los actuales modelos de desarrollo de América Latina y el Caribe 

 

propician la construcción de riesgos

América Latina y el Caribe es una de las regiones que más conocimiento ha aportado en materia de riesgo de desastres, especialmente a partir de la evidencia empírica recolectada de desastres ocurridos y del profundo aprendizaje de que la “fuerza de su propia naturaleza es insuficiente para explicar el nivel de devastación de algunos de los mayores desastres ocurridos. Tal nivel de daño se explica más por la intervención del ser humano que ha transformado radicalmente los espacios que por el evento físico per se”[1], aseguran los expertos.

 

Esto queda evidenciado en el RAR que concluye que, a pesar de los avances de los países en la gestión de desastres, el crecimiento descontrolado de las ciudades, la desigualdad y la pobreza que generan vulnerabilidad social, prácticas productivas que deterioran el ambiente y la corrupción son elementos que durante décadas vienen abonando la construcción de riesgos en la región. A los grandes desastres ocurridos se le suman cada año miles de pequeños eventos que, acumulados, terminan produciendo pérdidas de grandes magnitudes. A esto se le llama riesgo extensivo, y se destaca en el RAR que en América Latina y Caribe el riesgo extensivo representa el 99.7% de los eventos totales registrados, con las pérdidas económicas y personas afectadas asociadas.

 

“En términos de desastres y de pérdida económicas, todavía tenemos una deuda grandísima. Por eso, el RAR apunta a que los esfuerzos que se hagan sea cambiando algunos aspectos para abordar la temática de manera efectiva: se debe ir hacia una gobernanza más sistémica donde la gestión del riesgo de desastres no sea un sector, sino que esté integrada a todos los procesos de desarrollo, con un enfoque territorial.” Raquel Lejteger, arquitecta especializada en gestión del riesgo de desastres, consultora de Naciones Unidas, coautora RAR

 

¿Cuál es el panorama al que se enfrenta la región en los próximos años? Según el análisis del RAR, el mundo se enfrentará en las próximas décadas a aumentos globales de la temperatura de hasta 6 grados, lo que se traduce para América Latina en un panorama que se compone por períodos más largos de calor y escasez hídrica, lluvias extremas, un incremento en la intensidad y frecuencia de ciclones tropicales y aumentos en el nivel del mar que afectará especialmente a ciudades costeras del Caribe. El Reporte recomienda que las amenazas relacionadas al cambio climático sean incluidas necesariamente en las políticas de mitigación y adaptación de los países.

¿Cuáles son las características de los desastres ocurridos en la región? El RAR realiza una retrospectiva de los eventos que caracterizaron la región entre 1998 y 2017, asegurando que los desastres climáticos y geológicos cobraron la vida de 312 mil personas y afectaron directa e indirectamente a más de 277 millones de personas en la región. Se introducen también estadísticas que evidencian las carácterísticas de los fenómenos que se manifiestan en América Latina: la región se vio afectada mayormente por eventos de origen climático, especialmente tormentas e inundaciones, y en un grado bajo por sismos, deslizamientos, sequías y actividad volcánica. Sin embargo, si bien los eventos de origen climático representan el 93% de los eventos en la región y ocupan la mayor parte de personas afectadas, al observar el nivel de víctimas humanas, los eventos sísmicos se han cobrado la mayoría de las muertes por desastres.

 

En el RAR se muestran los avances de la región en relación a la reducción de la mortalidad por desastres (especialmente de origen hidrometeorológico) en algunos países, los cuales fueron significativos hasta 2015. Sin embargo, se resalta que este logro se vio eclipsado por la mortalidad relacionada a la pandemia COVID-19, “este logro parcial fue efímero, ya que la pandemia de COVID-19 a solo meses de haberse manifestado en la región, revirtió por completo la tendencia en todos los países, incluso en aquellos donde el número de muertes por COVID-19 era aún relativamente bajo”[2], explica el Reporte.

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Se pone de relieve en el RAR que los desastres ocurridos en la región generaron un gran impacto sobre la situación financiera de los países, disminuyendo los fondos disponibles para invertir en desarrollo sostenible y, especialmente, para reducir los factores subyacentes del riesgo. Se concluye que los países continúan enfocados primordialmente en la inversión de fondos para la atención y recuperación posdesastre. Para algunas de las economías, el impacto de desastres ha representado entre 2 y 3.5% del PBI de los países, lo que representa prácticamente el mismo monto invertido en agua y saneamiento. A su vez, el Reporte señala que el problema se agrava cuando las pérdidas por desastres son recurrentes, como sucede con los riesgos extensivos, donde las pérdidas pasan de un desajuste coyuntural a convertirse en una merma constante del patrimonio de los países afectados: “es suficiente con que cada año ocurra un desastre de magnitud mediana o múltiples manifestaciones de riesgo extensivo para que las pérdidas asociadas tengan un impacto real sobre la economía”[3]. Se concluye que estas pérdidas podrían invertirse en investigación y desarrollo con el fin de reducir efectivamente los factores subyacentes del riesgo.

 

La pandemia de COVID-19 ha abierto un nuevo capítulo en la historia del mundo y, según la visión del RAR, ha puesto de manifiesto que el impacto tan extendido sobre las economías y sobre la sociedad es resultado de las condiciones de vulnerabilidad que se han construido y que se vienen acumulando desde hace muchos años en el territorio. El reporte argumenta que, a diferencia de los primeros pronósticos, la economía mundial no ha colapsado; sin embargo, los sectores vulnerables fueron los más impactados, por un lado, por la disminución en la cantidad de ingresos debido a las restricciones de movilidad impuestas para frenar el nivel de contagio y, por el otro, por los altos niveles de hacinamiento en las ciudades y la falta de acceso a recursos básicos como el agua.

El RAR sostiene que la pandemia COVID-19 también ha afectado en gran medida a los sectores de la economía formal, donde trabajadores en condiciones laborales de subcontratación o independientes han visto una disminución significativa en los niveles de ingreso, y a las mujeres, quienes sufren el aumento de la carga de trabajo no remunerado de la atención sanitaria, peligrando un retroceso respecto a los avances logrados en las últimas décadas. Según el RAR, la lección que ya asoma de la pandemia es la alta vulnerabilidad social y económica de los países y la necesidad de modificar las acciones humanas que causan este tipo de desastres atacando los factores subyacentes del riesgo. “Pandemias como esta serán cada vez más frecuentes, según pronostican los especialistas, si no se modifican las condiciones antrópicas que las causan. Es decir, si no se interviene para revertir los impulsores del riesgo que han puesto al mundo en esta catástrofe de dimensiones que en otros tiempos hubiera sido inimaginable”[4], concluyen los expertos en vistas al futuro.

 

[1] RAR, Reporte regional de evaluación del riesgo de desastre en América Latina y el Caribe, UNDRR, Capítulo 2.

[2] RAR, Reporte regional de evaluación del riesgo de desastre en América Latina y el Caribe, UNDRR, Capítulo 2.

[3] RAR, Reporte regional de evaluación del riesgo de desastre en América Latina y el Caribe, UNDRR, Capítulo 2.

[4] RAR, Reporte regional de evaluación del riesgo de desastre en América Latina y el Caribe, UNDRR, Capítulo 2.

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