De la crisis de COVID-19 a la oportunidad de repensar el riesgo

Source(s): United Nations Office for Disaster Risk Reduction International Science Council (ISC)
People in Macau, queue up to acquire face masks in a pharmacy
Macau Photo Agency/Unsplash

Habitantes de Macao hacen cola para adquirir mascarillas faciales en una farmacia en el marco de un programa establecido por el Gobierno para suministrar mascarillas a toda la población y evitar el acaparamiento y la ruptura de existencias y alzas de precios. (RW)

La crisis de salud pone a prueba nuestra capacidad para cooperar, aprender y adaptarnos ante las profundas incertidumbres y los riesgos crecientes.

A finales de enero del presente año, el nuevo coronavirus, COVID-19, fue declarado "emergencia de salud pública de interés internacional" por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y desde entonces ha puesto al descubierto todas las vulnerabilidades del desarrollo humano. 

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible habrán sufrido un revés mortal si el planeta no logra controlar la naturaleza cada vez más sistémica del riesgo de desastres, incluidos los de salud.

El desastre originado por COVID-19 es una manifestación de lo que la comunidad científica internacional viene observando durante años: que en un mundo cada vez más interdependiente, nuestros estilos de vida, nuestras elecciones implican un entrelazamiento de los riesgos que se extienden a través de comunidades, sociedades y economías de formas complejas que conducen a riesgos sistémicos y en cascada.

El Informe de evaluación global sobre la reducción del riesgo de desastres de 2019 (GAR2019), producido por la ONU en cooperación con cientos de reconocidos científicos, incluida la OMS, advirtió específicamente del creciente riesgo de amenazas biológicas, en particular la amenaza de epidemias y pandemias.

Se incluyeron, por primera vez, las amenazas biológicas en un plan acordado a nivel mundial para reducir las pérdidas por desastres: el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015-2030), adoptado por los Estados miembros de la ONU el 18 de marzo de 2015.  

Como vemos claramente ahora, COVID-19 es mucho más que una emergencia de salud pública. Esta y las demás amenazas sistémicas nos hablan de las vulnerabilidades inherentes que se esconden en la complejidad de la interconectada ecología social, ambiental y económica global de nuestros días.

Claro ejemplo de ello, el COVID-19 muestra que las condiciones climáticas, los viajes y el comercio, la densidad urbana, la falta de acceso a agua potable y saneamiento, y otras realidades de vida en condiciones de pobreza y conflicto se combinan con unas capacidades de gestión de riesgos inadecuadas por parte de personas e instituciones, para crear las condiciones que favorecen que un brote se convierta en epidemia, en pandemia y, en última instancia, en desastre económico y social a nivel mundial.

Lo más importante es que la crisis de COVID-19 pone a prueba nuestra capacidad de cooperar, aprender y adaptarnos ante las incertidumbres profundas y los riesgos crecientes. A pesar de las perturbaciones y del sufrimiento, la crisis brinda a los Gobiernos y las comunidades la oportunidad de revisar las bases que sustentan nuestro mundo moderno, desde los aspectos fundamentales de la gobernanza, la inversión y el consumo, hasta nuestra relación con la naturaleza, obligándonos a colocar la reducción del riesgo en el centro de un nuevo enfoque político.

En última instancia, las decisiones que se tomen ahora con respecto al riesgo y la resiliencia en el mantenimiento de la salud humana frente a la pandemia de COVID-19 determinarán el progreso hacia los objetivos de la agenda de desarrollo sostenible 2030 y más allá. La UNDRR y el Consejo Internacional de Ciencias creen que esta es una oportunidad que no podemos permitirnos desperdiciar. Debemos pasar de un enfoque de protección reactivo a un enfoque de prevención proactivo.

Cualquier plan o iniciativa de desarrollo que busque dar respuesta a los daños socioeconómicos provocados por COVID-19, o evitar su recurrencia, debe hacerlo teniendo en cuenta los factores que causaron que COVID-19 se convirtiera en un desastre mundial.

Por lo tanto, pedimos a los responsables políticos que aumenten la inversión en políticas fundamentadas en pruebas empíricas y acciones integradas en los tan interconectados ámbitos de la reducción del riesgo de desastres, la acción por el cambio climático y el desarrollo sostenible. Al tiempo que los Gobiernos y otros tomadores de decisiones entran en acción para proteger a la población y rescatar la economía global, los tomadores de decisiones deben buscar la colaboración de expertos en ciencias para garantizar que se aplique una visión de riesgo integral a las decisiones de inversión y la financiación de emergencia.

Al mismo tiempo, los Gobiernos, los legisladores y los reguladores deben trabajar juntos para aumentar el gasto de reducción del riesgo de desastres en los presupuestos nacionales y locales en general. Esto requiere un enfoque integral de riesgo para las decisiones de inversión, tanto públicas como privadas, y aprovechar el impulso generado por iniciativas como el Grupo de trabajo para divulgaciones financieras relacionadas con el clima y discusiones relacionadas con el financiamiento sostenible, verde y de riesgo climático. 

También exhortamos a la comunidad científica a que trabaje conjuntamente en todas las disciplinas para avanzar en nuestra comprensión de las interdependencias entre sistemas y componentes del sistema, incluidas las señales precursoras, los circuitos de retroalimentación y las sensibilidades al cambio. Un ejemplo podría ser la amenaza de múltiples fallas en los sistemas de provisión de alimentos y la necesidad de desarrollar modelos agrícolas en el contexto de la propagación de COVID-19 y la emergencia climática, teniendo en cuenta también las condiciones locales, entre ellas la vulnerabilidad.  

Todo lo anterior es crítico para mejorar nuestra comprensión de cómo se genera el riesgo, cómo se propaga a través de unos sistemas fuertemente interconectados, cómo se produce un efecto dominó de impactos con consecuencias inesperadas, y, especialmente, cómo podemos evitarlo.

Si bien la presencia de incertidumbres es inevitable, ya hay muchas cosas que sabemos y otras muchas que podemos descubrir. La incertidumbre y el cambio pueden ser bien una amenaza bien una oportunidad para prosperar y mejorar. Necesitamos trabajar juntos para asegurarnos de que sea esto último.

 Mami Mizutori es la Representante Especial del Secretario General de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres y jefa de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres www.undrr.org. La Dra. Heide Hackmann es CEO del International Science Council.

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